La paradoja australiana y el nivel académico australiano

El artículo de la revista Nutrients del que voy a hablar en esta entrada es de 2011 y se titula: «The Australian Paradox: A Substantial Decline in Sugars Intake over the Same Timeframe that Overweight and Obesity Have Increased«. En este artículo los autores plantean que el hecho de que en Australia el consumo de azúcares se haya reducido al mismo tiempo que la obesidad ha seguido aumentando, es la «paradoja Australiana» y para ellos eso sugiere que reducir el consumo de azúcares no va a reducir la prevalencia de la obesidad:

a substantial decline in refined sugars intake over the same timeframe that obesity has increased. The implication is that efforts to reduce sugar intake may reduce consumption but may not reduce the prevalence of obesity

Es desesperante comprobar el bajísimo nivel de las publicaciones científicas en la campo de la nutrición. Basta una mínima formación en matemáticas y un par de neuronas funcionales (¡no hace falta ser Einstein!) para entender lo estúpido del argumento. No me entretengo explicando que no hay ninguna paradoja, sino estúpidos razonamientos, pues creo que está perfectamente cubierto en dos de las entradas del blog (ver,ver).

El editor invitado… ¡sorpresa, es la coautora del artículo!

Rory Robertson, economista de profesión, fue la persona que, ante las sorprendentes conclusiones de los autores del artículo, se dedicó a revisar los datos del mismo. Una de las cosas que detectó (ver) es que este artículo se publicó en una edición especial de la revista dedicada a los carbohidratos (ver), en la que el editor invitado («guest editor») de la revista era, nada más y nada menos, que una de las autoras del artículo en cuestión. Mes y medio después de haber sido recibido el artículo ya había sido aceptado.

La revista presume de una rigurosa revisión por pares y de criterios éticos estrictos. Por supuesto, no van a presumir de que su revista es un cachondeo en el que los editores son los propios autores:

Nutrients is a member of the Committee on Publication Ethics (COPE). MDPI takes the responsibility to enforce a rigorous peer-review together with strict ethical policies and standards to ensure to add high quality scientific works to the field of scholarly publication.

Datos falsos

Rory Robertson analizó las fuentes empleadas en el artículo y descubrió que la gráfica en la que se basaba la falsa «paradoja» se estaban representando datos inventados, pues la entidad de origen de los mismos no los había calculado:

La referencia [25] con la que justifican la gráfica es de la FAO, y la FAO simplemente se hacía eco de los datos de la Australian Bureau of Statistics (ABS), los cuales dejaron de actualizar sus datos estadísticos en 1999 (ver):

Robertson señala (ver) que casi todas las fuentes de datos incluidas en el artículo indican que el consumo de azúcares había aumentado en el periodo examinado por los autores del artículo, pero los autores del mismo  —ésa sí es una buena paradoja— basaron sus conclusiones en la fuente con datos falsos, que, «casualmente», es la única que sugería un descenso en el consumo:

In fact, four of the authors’ five separate indicators of consumption trend up not down in their own published charts (Figures 1-4, below), while their preferred measure is based on a data series that was discontinued as unreliable by the ABS after 1998-99 and then falsified over the 2000s (Rory Robertson)

Las otras gráficas del artículo no sugieren un descenso en el consumo de azúcares en el periodo de interés (nótese que los años considerados en la gráfica no siempre cubren todo el periodo 1980-2010):

No pretendo resumir en esta entrada todo el análisis de Rory Robertson: por ejemplo en este documento hay una ilustrativa lista de preguntas que realizó a los autores del artículo y que, según dice, fue eliminada de la página web en la que hizo las preguntas.

¿Incompetencia o mala fe?

Defender el azúcar con argumentos claramente estúpidos y haciéndolo además con datos falsos hace pensar mal. A la vista de los hechos, lo lógico es buscar qué interés económico pueden tener los autores o su universidad en promocionar el consumo de azúcar. Y existe ese interés, no sólo por los millones de libros que los autores han vendido (ver), sino en la forma de una fundación que cobra por recomendar productos alimentarios con su sello:

Why is the University of Sydney seeking to exonerate sugar as a menace to public health – contradicting the National Health and Medical Research Council’s (NHMRC) formal dietary advice – while operating its Glycemic Index business that exists in part to charge food/drink companies up to $6000 per product to stamp particular brands of sugar and sugary products as Healthy? (Rory Robertson)

La Universidad de Sídney participa en la Glycaemic Index Foundation, una organización que cobra por poner su sello de bajo «Índice Glucémico» en productos bien cargados de azúcar, como por ejemplo este producto:

46 g de azúcar por cada 100 g de producto. O en otras palabras, después de poner el azúcar todavía tienen la mitad del envase para llenarlo con otras cosas. Un sello de calidad se queda corto: habría que darles veinte, porque es un producto bajo en sodio y grasa saturada (ver). Ironía, por supuesto.

Logicane, azúcar de caña con 99 g de azúcar por 100 g de producto también tiene el sello de bajo índice glucémico (se ve en el envase, en la mitad inferior a la derecha). El índice glucémico del azúcar blanco es de 59, el de este producto es 54, una reducción digna de otros veinte sellos (¡porque seguro que es bajo en grasa saturada!).

La insistencia de Robertson

Rory Robertson ha sido muy insistente en su denuncia. Hasta ha llegado a comprometerse a pagar $40,000 si alguien demuestra que se está equivocando (ver). Contactó con la revista en la que se publicó el artículo (ver), contactó con la Universidad de Sídney (ver), y consiguió que se abriera una investigación (ver), que terminó dándole la razón en el fondo del asunto al tiempo que exoneraba a los autores del artículo del cargo de conducta inapropiada (ver):

Clark found that the allegations of sugar’s decline in consumption were unsubstantiated […] Clark found that the data showing that Australian sugar consumption had declined over the past three decades was discontinued by the ABS in 1999

This new paper should be written in a constructive manner that respects issues relating to data raised in the Australian Paradox paper by the complainant

La Universidad de Sídney ha amenazado recientemente a Robertson con prohibirle la entrada en sus terrenos, acusándole de modos agresivos e intimidatorios (ver). Al parecer uno de los autores del artículo está muy estresado por las críticas de Robertson y la Universidad de Sídney interpreta que tiene que defender a su plantilla de esas «amenazas» (es textual, ver pág 7). Robertson ha contestado solicitando que se hagan públicos los vídeos de las conferencias de marzo del 2016 en las que presuntamente su comportamiento fue intolerable. Según el vicerrector Spence, esos vídeos no existen (ver):

so far as I have been able to gather, there is no video

En este vídeo (minuto 15:30) se puede ver a Rory Robertson en las instalaciones de la Universidad de Sídney haciendo un comentario en la parte de preguntas y respuestas de una charla, con absoluta corrección.

¿Ha hecho algo mal Robertson? No, que yo haya visto. Parece una persona en sus cabales y ser perseverante en una crítica perfectamente razonada y ante unos datos falsos que no han sido corregidos sólo es un problema para quien ha usado datos falsos y no está dispuesto a reconocerlo y retractar el artículo.

¿Se ha reducido en Australia el consumo de azúcar desde 1980 hasta ahora?

La pregunta responde sólo a la curiosidad, pues no tiene mucho que ver con la historia de Robertson, ya que los estúpidos argumentos y los datos falsos del artículo de 2011 van a seguir siendo igual de estúpidos y falsos, aunque otras fuentes confirmaran años después que esa reducción del consumo sí se ha producido. Robertson tiene razón en su crítica si los datos empleados en el artículo de 2011 son falsos, y nada pueden aportar sobre la falsedad de esos datos los datos de consumo de azúcar publicados antes o después en otros artículos.

En este otro artículo (de 2015) se presentan datos procedentes del Australian Bureau of Agricultural and Resource Economics and Sciences (ABARES). En la gráfica resalto en rojo los datos desde 1980 en adelante:

¿Descenso en el consumo? Yo no lo veo.

También presentan datos «extendidos» de la serie ABS, la que dejó de actualizarse en 1999. Al margen de que no tengo clara la procedencia de esos datos «extendidos», yo miro la gráfica que dan en el artículo, y a mí no me parece que en las últimas décadas (desde 1980 hasta 2011) haya una tendencia a la reducción en el consumo de azúcar. El consumo se mantuvo estable desde 1950 hasta 1975 y se ha mantenido (o incluso aumentado) desde 1985 hasta 2011. Estos datos no respaldan la idea de que entre 1980 y 2010 el consumo de azúcar ha bajado «sustancialmente»:

Notas finales

Otra reflexión relevante es por qué la ABS dejó de tratar de calcular la disponibilidad de azúcar en Australia. Y la causa puede ser la imposibilidad de contabilizar la creciente presencia de todo tipo de productos importados azucarados (ver). Es decir, cabe esperar que esos datos, de haber existido y de estar bien calculados, mostrasen un crecimiento antes que un decrecimiento.

Para acabar, insisto nuevamente en que la idea de que es una paradoja que la obesidad siga creciendo al tiempo que el consumo de azúcar se reduce, es un razonamiento profundamente estúpido ilustrativo del bajísimo nivel intelectual que hay en el campo de la nutrición y la obesidad. Ya no es sólo que alguien proponga que eso es una paradoja, ¡es que se publica en revistas supuestamente revisadas por pares!

NOTA: en 2017 los mismos autores han publicado un nuevo artículo insistiendo en los mismos falsos argumentos (pues interpretan como paradoja lo que, de ser cierto, no lo sería) y, aparentemente, haciendo referencia a los mismos falsos datos de la FAO y la ABS (ver,ver).

I am writing to express my shock and dismay that University of Sydney management actively helped to place fake data on the formal scientific record, via the publication – in March 2017 – of Professor Brand-Miller’s new Australian Paradox paper, in the American Journal of Clinical Nutrition

NOTA: una de las autoras del artículo nos cuenta que el problema no es lo que comemos, sino lo que no quemamos haciendo ejercicio (ver). Es decir, pseudociencia del balance energético, y a seguir poniendo sellos de bajo índice glucémico en paquetes de azúcar. ¡Qué mundo!

It’s not the energy we consume, it’s the energy we don’t expend that is the problem, but we’re just at levels that I call pathologically low levels of expenditure

Leer más:

Un Comentario

  1. Vicente

    Cuando Robertson pidió explicaciones a los autores por el uso de datos inventados, estos argumentaron que del azúcar que supuestamente consumían las personas, aproximadamente la cuarta parte se usaba en realidad como combustible para coches. Otro dato falso.

    So, what can we say about all of the above? Well, I must say that Nutrients’ authors’ spectacular made-up false fact that cars not humans were eating up to one-quarter of available sugar is a classic, an eye-popper! It will stick in my mind for a lifetime, as the nutritionists-under-scrutiny’s version of the old «dog ate my homework» excuse! These are scientists? Sorry, not cool.[…] the correct figure is zero, and you’re not allowed to just make stuff up when responding to the serious charge that your academic paper is dominated by large errors!

    Haz clic para acceder a TimeforNeweditor24052012.pdf

  2. Diego

    Gracias Vicente; por recordarnos en este artículo que seamos críticos, que no nos creamos lo que escriben desde fuentes»oficiales, académicas, expertas…»sin contrastar antes, que formemos nuestra propia opinión.Te sigo desde hace unos meses, estoy leyendo tus artículos anteriores y al final los leeré todos. No hago más comentarios a tus artículos porque creo que poco puedo aportar, pero lo que si quiero es darte ánimo en tu esfuerzo por mostrarnos todo esto. Saludos.

    • Vicente

      Muchas gracias por leer lo que escribo 🙂

      Y, efectivamente, la «paradoja australiana» es un buen ejemplo de que en el campo de la nutrición/obesidad hay que desconfiar de las fuentes oficiales, porque o bien están vendidos a la industria, o tienen un nivel alarmentemente bajo. Eso no nos hace buenos a los simples blogueros, ojo.

  3. Vicente

    A la Universidad de Sídney el debate sólo le parece constructivo cuando te callas. Todo lo demás es irrespetuoso y amenazante (fuente):

    imagen_1142

    ¿Y cuál fue el problema de esa charla? Que criticó el artículo en cuestión, refiriéndose a él como ciencia de pobre calidad (¡qué desfachatez!): (Fuente)

    imagen_1143

    El vídeo de esa charla en la que Robertson ya se comportó de manera inapropiada e irrespetuosa es demoledor. A partir del minuto 15:30:

    http://www.abc.net.au/lateline/content/2015/s4442720.htm

    No me extraña que no le quieran dejar entrar en esa universidad. ¡Podría criticar un artículo de alguien!

  4. Carlos

    Casualidades de la vida, ayer mismo leí por ahí lo de la paradoja Australiana y me preguntaba quien o quienes habrían llevado a cabo dicho estudio y en que basaron sus afirmaciones, ya me había propuesto investigar como habían llegado a tal conclusión (que me parecía extraña por cierto) y me topo con la entrada, por lo menos no todos nos comemos esos cuentos ya..

    • Vicente

      Un argumento estúpido justificado con evidencia de la peor calidad posible (epidemiología a nivel de población, sin datos individualizados), que encima son datos inventados, e ignorando la evidencia contraria a esos datos inventados. Y procedente de personas e instituciones que tienen vínculos económicos con la industria del azúcar. La respuesta ante la crítica a la falsedad de los datos empleados no ha sido rectificar: han sido más falsedades, e impedir ser cuestionados en persona empleando medios públicos, como es un guarda de seguridad de la universidad, justificándolo con más falsedades (tratando de hacer parecer a Robertson como un desequilibrado que sabotea actos académicos, cuando el hombre no puede comportarse con más serenidad).

  5. Vicente

    la negativa a […] corregir adecuadamente o retraer el artículo a pesar de haber sido avisados reiteradamente de que es dominado por serios errores, incluido el empleo de una serie de datos que fueron dejados de calcular e inventados significa que están exagerando deliberadamente la evidencia científica de que el azúcar en las dosis modernas es inofensivo (Rory Robertson)

  6. Vicente

    Robertson es acusado en una tesis doctoral de ser «contrario a la investigación» y de haber pagado dinero a la Universidad de Sídney para que actuaran contra los autores del artículo de la «paradoja australiana». Aparentemente, una de las coautoras de ese artículo es la que afirma haberse sentido poco respaldada por su universidad, que según ella cedió ante el dinero y las presiones de un «outsider», en lugar de proteger su derecho a buscar el conocimiento.

    Haz clic para acceder a USyd-Misconduct-in-ANU-PhD.pdf

    En este asunto sucede de todo menos el reconocimiento por parte de los autores del artículo en cuestión de que han empleado datos inventados para establecer sus estúpidas conclusiones.

    In fact, Professor Brand-Miller founded and operates the University of Sydney’s (50%-owned) business that’s paid by food and beverage industries to put healthy Low-GI stamps on products that are up to 99.4% sugar, while she and her Low-GI crew sell literally millions of diet books that feature the reckless false claim: «There is absolute consensus that sugar in food does not cause [type 2] diabetes» (see p. 7 below, and pp. 5&7 in Five-year Update).

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