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La eficacia de las «vacunas» anti-COVID19, ¿es real o es un artefacto?

Lamentablemente, la información que estamos recibiendo sobre la eficacia de las «vacunas» anti-COVID19 (en adelante simplemente vacunas) no es fiable. La información es censurada en las redes sociales, los grandes medios de desinformación en lugar de informar de forma honesta insultan a los escépticos llamándolos (¿llamándonos?) antivacunas y negacionistas y, como vamos a ver, las revistas científicas cierran la puerta a la información que puede sembrar dudas sobre la conveniencia de las campañas de vacunación masiva cada pocos meses.

En su afán por imponer una verdad única, empresas como Fakebook/Instagram, Google/Youtube o el manicomio digital, i.e. Twitter, impiden el derecho a la libertad de expresión, de opinión y de información. Al parecer la democracia y el estado de derecho son contrarios a sus términos de servicio:

A ver qué partido político pone en su programa electoral acabar con la censura en estas empresas, o que no puedan operar en España.

También Public Health Scotland acaba de anunciar que no seguirá dando datos detallados sobre mortalidad en función del estado de vacunación. No quieren que sean usados para poner en cuestión la eficacia de la estrategia de vacunación seguida hasta el momento. Vacúnate y no pretendas ejercer tu derecho a una decisión informada. Es curioso, porque mientras creyeron que los datos favorecían a las vacunas no vieron problema en que los datos fueran poco fiables. Ahora ven problemas por todas partes y dicen que sus datos no se pueden usar para extraer conclusiones sobre la efectividad de las «vacunas». ¿Antes sí?

https://www.publichealthscotland.scot/media/11763/22-02-16-covid19-winter_publication_report.pdf

El mensaje más repetido últimamente es que las vacunas no impiden el contagio pero sí reducen la gravedad de la enfermedad. ¿Es eso cierto?

Un grupo de investigadores, encabezados por Norman Fenton y Martin Neil, dos profesores de una Universidad londinense, ha analizado los datos de mortalidad proporcionados por Public Health England y concluyen que las vacunas no reducen la mortalidad. Han intentado dar difusión a su trabajo, pero han tenido dificultades hasta para subir sus artículos a webs de preimpresión, y recientemente el BMJ ha rechazado su artículo sin ni siquiera ser revisado por pares. La ciencia no avanza con censura, sólo la mentira lo hace. Que rechacen el artículo sin ni siquiera molestarse en argumentar por qué no es publicable me parece deleznable.

El artículo del que hablo se puede descargar con este enlace.

Fijémonos en esta gráfica: se muestra la mortalidad no-covid en la franja de edad de 70 a 79 años en las personas no vacunadas (curva azul) y las que sólo tienen una dosis (curva naranja). Además se muestra con trazo discontinuo cuándo se produjo la inyección de la primera y de la segunda dosis:

Tras la campaña de vacunación de la primera dosis aumenta la mortalidad no-covid en los no vacunados. Curioso. Tras la campaña de vacunación de la segunda dosis aumenta la mortalidad no-covid en los que sólo tienen una dosis. Curioso. Este mismo resultado se obtiene en otras franjas de edad.

Nótese cómo la mortalidad por cualquier causa (curvas azules en la gráfica bajo estas líneas) se elevó en los no vacunados justo cuando se produjeron las campañas de vacunación (que empezaron por los más mayores y fueron progresando hacia edades más bajas). La gráfica muestra datos para 60-69 años, 70-79 años y mayores de 80 años:

¿Por qué la mortalidad de los no vacunados se eleva cuando se producen las campañas de vacunación? Parece evidente que esa mortalidad no es real, sino un artefacto producido por el manejo de los datos. La hipótesis de los autores del artículo es que este efecto puede haber sido producido por clasificar mal las muertes: una persona que muere en las dos siguientes semanas a la vacunación es clasificada como «no vacunada»:

En su blog Fenton y Neil (ver) demuestran de forma muy sencilla cómo el simple hecho de asignar erróneamente esas muertes puede producir un artefacto en los datos que hace parecer eficaces las vacunas. De hecho, suponiendo que las vacunas son simple placebo (i.e. no hacen nada) se obtiene un aumento en la mortalidad de los no vacunados (curva naranja) cuando los vacunados se vacunan (curva gris es porcentaje de la población vacunada), que es justo lo que hemos visto en las gráficas reales:

Los autores hacen la siguiente analogía:

«Una excelente analogía de lo que estamos observando se hace en [15] donde el desafío es llegar de una trinchera a un búnker, que es protector contra la artillería, pero para llegar al búnker debes cruzar un campo minado donde estás expuesto a un fuego de francotirador preciso y mortal. La segunda vacuna es como el búnker, mientras que los que están en la trinchera son como los no vacunados; los que mueren al cruzar el campo minado se clasifican como muertes en la trinchera.«

Por otro lado, si volvemos a las muertes no-covid y nos fijamos en la parte final vemos que es distinta según el estado de vacunación. Eso no tiene sentido: debería ser la misma independientemente del estado de vacunación. Una hipótesis de los autores del artículo es que no se están contabilizando correctamente las poblaciones de vacunados y no vacunados.

Los autores realizan ajustes para los problemas detectados y llegan al siguiente resultado (para los mayores de 80 años), que es que no hay ninguna ventaja en mortalidad por vacunarse:

Es más, la vacuna aumentaría la mortalidad en los periodos de vacunación, lo que podría ser consecuencia de la debilitación del sistema inmune que producen las inoculaciones (citan las referencias [19]-[21] en el artículo).

Por supuesto, estamos hablando de datos epidemiológicos que pueden estar afectados por múltiples factores de confusión. Pero eso no es culpa de los autores del artículo. Al contrario: son los que han concluido a partir de estos datos que las vacunas son eficaces los que hacen un mal uso de ellos, no los que denuncian datos que no cuadran y explican que la conclusión de que son eficaces carece de fundamento.

Los datos de mayor calidad son los que vienen de estudios controlados y aleatorizados, como el de Pfizer, en el que hubo 21 muertos en el grupo experimental y 17 en el grupo placebo (ver). Nuevamente, pobre base para argumentar que estas vacunas salvan vidas.

Se ha sometido a la población a un experimento no controlado con fármacos experimentales, y se está ocultando información relevante para tomar decisiones informadas. Bienvenidos a la dictadura global.

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