Adelanto de lo que viene en el blog
La siguiente entrada que tengo previsto publicar es una reseña sobre dos experimentos científicos en los que los participantes consumen decenas de miles de kcal «extra» (¡ja!) y no acumulan nada de grasa corporal. Son experimentos en humanos.
Y a continuación vendrá la entrada más larga que he publicado en el blog hasta el momento (y creo que es una de las más interesantes). Se titulará «La fisiología de engordar» y la he dividido en nueve entregas para que sea algo más manejable. Gracias de antemano a los que empleáis vuestro valioso tiempo en leer las cosas que escribo, especialmente si son tan largas.
Este largo artículo girará alrededor de la idea que expongo a continuación.
El fraude de la teoría del balance energético es, esencialmente, inventar con juegos de palabras una causalidad para el proceso de engordar y pretender que esa causalidad deriva legítimamente de la primera ley de la termodinámica (ver). Entre todas las falacias que son la base de esa pseudociencia, hay una muy clara: se usa el lenguaje para tratar un resultado (el gasto energético) como si fuera un dato conocido a priori, y con esa maniobra se llega a la fraudulenta conclusión de que la cantidad de grasa que acumulamos cada día viene determinada por las calorías ingeridas o que el proceso de engordar es un problema de energía. Sería el esquema que muestro en la parte izquierda de la figura: esta teoría plantea que, cuando comemos, una cierta parte de la comida ingerida es en primer lugar usada por nuestros órganos/tejidos (el gasto energético) y lo que sobra se almacena en nuestro tejido adiposo, «pues no puede desaparecer sin más». Según esta teoría, si comes más almacenarás más y engordar/adelgazar son en última instancia una cuestión de controlar la ingesta energética y el gasto energético.
Pero, como decía, ese comportamiento del cuerpo humano se ha inventado jugando con las palabras ¡e ignorando la fisiología! El comportamiento de nuestro cuerpo puede ser diferente de lo que esa teoría asume —tramposamente— como obvio. Por ejemplo, tras una comida nuestro tejido adiposo puede almacenar una cierta cantidad de grasa en función tanto de los cambios hormonales producidos por esa comida como de la cantidad de sustratos (ácidos grasos libres y triglicéridos en lipoproteínas) que hay en ese momento en sangre. Lo que no quede retenido en el tejido adiposo en las 2-3 horas posteriores a la comida será gestionado por el resto de órganos/tejidos. Sería lo que está representado en la parte derecha de la figura anterior.
Frente al enfoque «energético» que concluye —fraudulentamente— que engordar es en última instancia una cuestión de calorías, la realidad puede ser otra, como por ejemplo la segunda posibilidad que estoy describiendo, la cual nos llevaría a pensar que la calidad de lo que comemos y la salud son determinantes a la hora de engordar/adelgazar. Partiendo de esta segunda posibilidad buscaríamos crear las condiciones adecuadas para que nuestro tejido adiposo no se viese inclinado a almacenar grasa y para que nuestros órganos/tejidos gestionasen correctamente lo que el tejido adiposo no almacena tras la comida.
Puede que ninguna de las dos posibilidades que contrapongo sea totalmente correcta. Las cuestiones serían más bien a) cuál se parece más a la realidad y b) qué forma de pensar nos va a proporcionar más salud y mejor control de nuestro peso corporal. Pero para poder plantear estas importantes cuestiones es imprescindible dar un paso previo: entender que la «teoría del balance energético» no es una ley inviolable: es sólo una hipótesis basada en errores de razonamiento y juegos de palabras.
Nunca comento, pero te sigo asiduamente. Creo sinceramente que eres una de las pocas personas que, poco a poco y con constancia y trabajo, están estableciendo los cimientos para acabar con la epidemia de obesidad y sobrepeso que asola al mundo. Lo digo en serio, ya que estás yendo a la raíz del problema, y demostrando con hechos los fallos garrafales del paradigma dominante en la actualidad. Ánimo y no desfallezcas; si no existieras, habría que inventarte.
Un abrazo.
Hola,
muchas gracias por leer las cosas que escribo.
Dando por supuesto que tengo razón en mi crítica (lo que, obviamente, es mi punto de vista), desde un blog personal poco se puede hacer frente a una «enfermedad institucional» o más bien «institucionalizada» como es el paradigma del balance energético. La inercia es descomunal, pues aparte de un increíble y generalizado problema de falta de rigor en la comunidad científica, algo que esos «científicos» no van a reconocer fácilmente, hay mucho interés económico y muchos egos obesos que van a hacer lo imposible por que nada cambie.
Gracias por tu amable comentario.
¿Y qué hace acumular grasa en el tejido adiposo?
Si definimos la obesidad de forma errónea, cometemos un error categorial.