Estás faltando a la verdad, Rubén
pocos (aunque cada vez son más) discuten las leyes de la termodinámica
Rubén, ¿puedes aclarar cómo mis explicaciones de que la teoría del balance energético es una teoría pseudocientífica que no deriva de la Primera Ley de la Termodinámica, es «discutir» la Primera Ley de la Termodinámica?
Por ejemplo, partiendo de estos dos artículos:
Échale lo que hay que echarle, Rubén, y reconoce que estás engañando a la gente. Porque no vas a explicar cómo estoy negando la Primera Ley de la Termodinámica, ¿verdad que no?
Por supuesto, lo de que «Como gastas menos calorías de las que ingieres engordas» es absolutamente falso. Cuando gastas menos calorías de las que ingieres te crece la musculatura. Cuando gastas menos calorías de las que ingieres crece el tumor. Cuando gastas menos calorías de las que ingieres te crecen los pechos en la (pre)adolescencia.
Esa causalidad inventada desde el lenguaje sólo se usa con el tejido adiposo. ¿Por qué? Porque es falsa.
Este artículo debería titularse: Vicente pidiendo peras a un alcornoque
La publicidad dice «debate, siempre sin pelos en la lengua, ni censura de ningún tipo» (ver)
Tiene la puerta abierta para explicar cómo estoy negando la Primera Ley de la Termodinámica. O que deje de engañar.
¿Nada que decir, Rubén?
A ver si lo tengo que decir más claro: digo que estás mintiendo.
Lo tienes realmente sencillo: explica cómo niego la Primera Ley de la Termodinámica. Aclara, si puedes, dónde está el error en mis explicaciones.
¿Nada que decir?
Desde el momento en que recurres a mentir para intentar ganar un debate, ya lo has perdido todo.
Parece que no va a explicar cómo estoy negando la Primera Ley de la Termodinámica.

Se muestra orgulloso de difamar a los oponentes, haciendo creer que dicen algo que realmente no es lo que dicen, haciendo creer que están diciendo una estupidez.
Si alguien quiere defender a Rubén Murcia, lo tiene realmente sencillo: tiene que explicar cómo estoy negando la Primera Ley de la Termodinámica.
Ánimo, paladines de la charlatanería.
Crónicas caloréxicas (VII): Francis Holway