La guerra del lenguaje (X): ortorexia
Comer de forma saludable es un problemón para la industria alimentaria, pero ellos te dicen que el problema lo tienes tú. ¡Qué majos, se preocupan por ti!
¿Cómo argumentan que cuidar tu alimentación es en realidad perjudicial? Usan una palabra, «ortorexia», una supuesta enfermedad que a mí me parece fruto de su imaginación. La industria alimentaria intenta hacer parecer que los consumidores que son una amenaza para el negocio son enfermos.
«trastorno alimentario», «nueva ola de obsesión alimentaria»,»proporciones alarmantes»
¿Síntomas del trastorno? Todo aquello que perjudica a la industria:
Estableces tus propias reglas alimentarias, dedicas tiempo a cumplir con ese régimen dietético, planificas las comidas con antelación, y, si hace falta, llevas tu propia comida cuando vas a comer fuera de casa.
Suena fatal. Patológico es poco. Habría que denunciarlo a Sanidad.
No sólo eso, eres lo peor de lo peor, pues ver que eres capaz de tener fuerza de voluntad te hace sentirte superior a los que no tienen ese autocontrol. ¿Tienes fuerza de voluntad? ¡Debería darte vergüenza! Tu salud te da igual, sólo quieres creerte mejor que los demás ¡y todos lo sabemos!
Sticking to their regimen takes strong willpower and they feel self-righteous and superior to people who do not have such self-control.
Según la industria alimentaria, es problemático hablar de alimentos buenos o malos, porque tu relación con la comida se vuelve «neurótica». Repite conmigo: «¡No hay alimentos buenos y malos, sólo importan sus calorías!»
this focus on good and bad foods is problematic and fuels an increasingly neurotic relationship with food in modern western society.
Preocuparte por lo que comes es enfermizo: debes disfrutar de la vida y que tus relaciones con los demás no se vean alteradas por tu deseo de comer de forma saludable (ver). Por suerte la industria alimentaria pone a la venta todo lo que necesitas para que tu estilo de vida no sea saludable. ¡Dales las gracias ahora mismo!
¿Cómo funciona esta falacia?
Aparte de tratar como una enfermedad lo que no es otra cosa que comportamientos poco convenientes para la industria alimentaria, hay que incluir términos con connotaciones negativas en la definición: «fobia», «extremo», «obsesión», etc. ¿Cómo puede ser buena una «obsesión alimentaria«? ¿Cómo puede ser bueno «excederse» en la preocupación por llevar una alimentación sana? ¿Cómo puede ser bueno tener «fobia» a algunos los alimentos?
Las palabras no cambian la realidad: querer alimentarse de forma saludable es algo positivo, lo pinte como lo pinte la industria alimentaria. Aludir al «exceso» no es más que una trampa del lenguaje. Cualquier cosa en exceso es perjudicial, por definición de exceso. Preocuparte de la salud de tus hijos es algo negativo, si es en exceso. Ayudar a tus amigos es algo negativo, si es en exceso. Preparar con antelación unas oposiciones es algo negativo, si es en exceso. Se puede hacer parecer que es negativo cualquier cosa que se quiera, sin más que añadir «en exceso». Pero jugar con las palabras no convierte lo bueno en malo.
- ¿Tienes obsesión con no fumar?
- ¿No fumar te hace tener una relación neurótica con el tabaco?
- Si fuiste fumador o bebedor, ¿planificar cómo evitar la tentación es un mal síntoma?
- Si no fumas, ¿es porque tienes fobia al tabaco?
- Si no comes pastelitos, ¿es que odias la comida?
¡Odias la comida! Eso suena muy mal. Pide cita con el psicólogo ahora mismo y empieza a comer dónuts como si no hubiera un mañana. ¡Corre, corre, cómetelos, que aún estás a tiempo de evitar la ortorexia!
Si eres cuidadoso con tu alimentación corres peligro de caer enfermo de «ortorexia». Ridículo hasta para la industria alimentaria. Debemos de parecerles muy muy tontos.
Leer más:
- Presión social
- El universo paralelo
- La guerra del lenguaje (I): hablemos de harina, no de cereales
- La guerra del lenguaje (II): dieta balanceada o equilibrada
- La guerra del lenguaje (III): saludable
- La guerra del lenguaje (IV): adicción a la comida
- La guerra del lenguaje (V): comer demasiado o comer en exceso
- La guerra del lenguaje (VI): dietas milagro
- La guerra del lenguaje (VII): el aumento significativo del riesgo
- La guerra del lenguaje (VIII): dieta hipocalórica
- La guerra del lenguaje (IX): el déficit calórico
La baza de la industria para que no cambies tus hábitos alimenticios es asustarte con el impacto que eso va a tener en tu vida social. Si a esto le unimos los «profesionales» de la salud que te hablan de «balance energético», para mí no hace falta buscar mucho más lejos para saber por qué no estamos rectificando el error de basar nuestra alimentación en productos procesados.
A mi lo que me vuelve neurótico es la falta de educación alimentaria en la población en general. No hay más que ver los carros de la compra. ¿Y cómo se consigue eso? Muy fácil: siguiendo el modelo japonés. Educación nutricional desde pequeños en el cole. Hace falta una asignatura obligatoria para ello. Al menos para salvar las próximas generaciones, porque esta tiene difícil solución.
Saludos
¿Y quién nos va a «educar»?
Si hay una clara causa del problema de peso que tenemos, esos son los «expertos» en nutrición, que sería a los que daríamos más poder con tu propuesta. Aquí tenemos a los expertos, contándonos que lo más básico de todo es el equilibrio energético:
O a esta «experta» diciéndonos que la restricción calórica es un método que funciona para adelgazar (el único, según ella).
Para que nos entendamos, la solución no es más «homeopatía» ni «homeopatía» en las escuelas. Eso sería poner a nuestros hijos, personas que todavía no pueden distinguir lo que tiene un fundamento de lo que no es más que charlatanería, en manos de cantamañanas que defienden pseudociencia. Si acaso, lo que habría que pedir es que se cierren las titulaciones que producen estos «profesionales».
¿Más educación «nutricional»? No, menos. Que nos dejen en paz, gracias.
Por supuesto, esos no deben ser quienes abanderen la educación nutricional de futuras generaciones. Hoy en día hay nutricionistas con ideas bien distintas, aunque su influencia en la ‘casta’ que aconseja ese tipo de pirámides es escasa, o nula. Al final tendrá que ser una revolución silenciosa, de boca en boca, la que poco a poco ponga las cosas en su sitio. Cada uno intentamos lo que podemos, aunque nos miren con cara rara al principio. Yo, de momento, seguiré con mi ‘ortorexia’ particular.
O no tan silenciosa. Si nos quedamos callados, nada va a cambiar.
Tenemos nutricionistas de la vieja escuela, tenemos otros de la vieja escuela que alardean de ser diferentes pero que son más de lo mismo y tenemos algún caso aislado de profesionales que sí son conscientes de que el nutricionismo oficial es una gran mentira. El panorama es desolador.
En mi familia política hay una mujer que te aseguro que no sufre de ortorexia, pero no sé cuánto tiempo tardará en ser diagnosticada como diabética. Obesidad brutal y no hay pastel que no pruebe. Me gustaría que estuviera recibiendo el consejo correcto y poder decir que la culpa es suya, pero mientras los «expertos» nos sigan contando lo del balance energético, la culpa no es de ella. Esa mujer no necesita más «educación» por parte de los caloréxicos.
Bueno, algo se mueve. Poco, pero son pasos.
«Experto» educándonos. Cada vez que alguien diga «la ciencia dice…» comprobemos los artículos enlazados o pidamos esos artículos. Hay que protegerse de los «expertos».
Si viajas a Londres para ver un musical o recorres el país en moto para ver una carrera en Cheste, eres un aficionado. Si te desplazas en coche para comprar carne de animales criados en pastos, tienes una enfermedad mental. Si lo que compras es una ensaimada rellena de cabello de ángel, eres normal.
El día que metan en el DSM algún trastorno relacionado con la adicción a la telebasura o llamar enfermos a aquellos que defiendes a capa y espada que si no desayunas vas jodido, empezaré a creer con fe ciega en la psiquiatría.
Pero hay una cosa que yo matizaría. Detrás de la ortorexia, hay un sufrimiento de la persona. Alimentarse correctamente está bien, cuestionarse las cosas mejor, intentar difundirlo aunque te tachen de » este tío es insoportable» me parece genial. Pero la persona diagnosticada con ortorexia sufre, se aisla y lleva al límite una actitud frente a la comida. No son personas que simplemente van en contra de l engaño actual sobre la alimentación, son personas que han perdido el control sobre sus vidas y lo plasman en la alimentación. Son personas que piensan contínuamente en la comida, y les produce un enorme placer controlar eso, pero sufren por otros lados. Se puede llegar al extremo de, aunque me lleve mi propia comida al restaurante, no la puede comer porque corto la carne con metal se quedarán pegados iones y me contaminaré o ya no saber que comer por miedo a saber si el animal habrá estado contaminado o no y dudar de todo.
Estoy totalmente en contra de encajar a una persona en un trastorno mental, pero si una persona lo lleva a un extremo que si puede resultar patológico y sufre por él, si debería acudir a un psicólogo informado para que intente saber qué es lo que le causa sufrimiento y saber, si puede o debe, intentar hacerle cambiar.
Resumiendo, la ortorexia puede ser una invención que se diagnostica muy a la ligera por personas desinformadas, pero si hay síntomas por los que la persona sufra, debería acudir a un buen profesional preferiblemente un buen psicólogo.
Hola Miguel,
para mí nada tiene que ver una cosa con otra. Cuando una persona llega a esos extremos que usan para justificar esta supuesta enfermedad, el problema nada tiene que ver con la comida ni nada nos tendría que decir la industria alimentaria sobre ello. Si lees el artículo de la industria alimentaria que estoy comentando, verás que dicen
y eso no encaja con la interpretación de que hablen de casos puntuales y extremos de gente que pierde la cabeza: están hablando de gente normal y corriente que se preocupa por lo que comen y que tienen comportamientos que a ellos no les favorecen económicamente. Pero ellos lo retuercen y te dicen que llevas tu comida desde casa porque tienes fobia a algo. Te has salido de los cauces que les convienen a ellos.
Si yo, en lugar de comer en un bar cercano a mi trabajo, me traigo unos yougures griegos y unos frutos secos y como eso, ¿tengo una enfermedad mental? Me resulta curioso que no nadie haya sugerido nada de enfermedad mental cuando lo que te traes de casa es un bocadillo. El problema no es traerte las cosas de casa, ni planificar las cosas con antelación, sino no pasar por el aro de la comida procesada que estos señores venden. Eso es lo que les preocupa y ahí surge hablar de la «ortorexia». Yo no me creo que estemos hablando de una enfermedad real que esté alcanzando dimensiones preocupantes. Sí, gente que se vuelve loca la habrá siempre, pero ¿soy un loco por preferir comer mi comida a comer en un restaurante en el que no sé qué aceite usan para freír la comida? ¿Esa decisión me convierte en un loco? Pero si tomas cualquier otra decisión que a la industria le convenga, entonces eres normal, como por ejemplo comer a diario en el bar y pedir siempre tarta de postre, en lugar de fruta. Eso es estar sano, loco es el que no quiere tomar el azúcar de la tarta.
Leyendo Real Meal Revolution 2.0. Va bien. Anda qué, decirme a mi que no me gusta comer. Será posible. Si voy llorando por las cervezas que no bebo. Menos mal que me queda «willpower», para rato, que si no…..
Estamos culpando al mercado de los errores de los «expertos». La industria fabrica lo que la gente consume y la gente consume lo que los «expertos» dijeron que era saludable. La industria no es inocente, pero los verdaderos culpables son otros.
No sabes cómo te entiendo. Hoy me han preguntado por enésima vez con sorna en la cafetería donde me hacen una deliciosa tortilla de dos huevos mañana sí, mañana no, si sigo algún régimen (estoy muy delgada para los estándares normales, pero vamos, no estoy en los huesos) para adelgazar, como si estuviera loca. Las primeras veces les dije que era la mejor opción para tomarse a media mañana. Pero ya no voy a volver, ya estoy harta de que me traten como una loca. Eso sí, al resto de sus clientes obesos no les preguntan cuando se toman en cruasán con mermelada si están siguiendo un régimen especial para hacerse resistentes a la insulina, no 😦
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