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«No podemos dejar de comer»

“Though the use of a substance abuse model to treat overeating could prove beneficial… unlike drugs and alcohol, food is necessary for life… and is not a substance from which children can simply abstain” (Pretlow, 2008, p. 476). Nonetheless, poll results in the current study revealed that 61% of respondents had a problem with mainly one food and essentially highly pleasurable foods. Thus, it appears that overweight children may be addicted to only certain foods, primarily highly pleasurable foods. Such foods are not necessary for life. It is feasible for children to abstain from them. Abstaining from any food, even such problem foods, may seem unreasonable. However, if children were allergic to those foods, they would need to avoid them forever. Avoiding addicting foods is comparable. (fuente)

«aunque el uso de un modelo de abuso de sustancias para tratar la sobrealimentación podría resultar beneficioso … a diferencia de las drogas y el alcohol, la comida es necesaria para la vida … y no es una sustancia de la que los niños pueden simplemente abstenerse» (Pretlow, 2008, p. 476). Sin embargo, los resultados del sondeo en el presente estudio revelaron que el 61% de los encuestados tenía un problema con principalmente un alimento y esencialmente alimentos altamente placenteros. Por lo tanto, parece que los niños con sobrepeso pueden ser adictos sólo a ciertos alimentos, principalmente alimentos altamente placenteros. Estos alimentos no son necesarios para la vida. Es factible que los niños se abstengan de ellos. Abstenerse de cualquier alimento, incluso los alimentos problemáticos, puede parecer no razonable. Sin embargo, si los niños fueran alérgicos a esos alimentos, necesitarían evitarlos para siempre. Evitar los alimentos adictivos es comparable.

Nótese cómo el paradigma energético, la pseudociencia del tautológico «exceso», conforma el pensamiento: engordar es un problema de «sobrealimentación» y por tanto el exceso puede venir de cualquier alimento que tenga calorías, sea saludable o no (ver,ver). Y si la comida dispara comportamientos propios de una adicción, evitar la sustancia que detona esos comportamientos —como se hace con otras adicciones— no es una posibilidad porque ¡no se puede no comer! Por tanto, el modelo conceptual que equipara la adicción a la comida con otras adicciones no es útil.

si nosotros engordamos es porque comemos más de la cuenta

Los errores de pensamiento están bien a la vista:

  • Creer que las leyes de la termodinámica avalan que el problema de la obesidad viene de comer «más de la cuenta» es la mayor estupidez de la historia de la humanidad. Ninguna ley de la física respalda la idea de que todos los alimentos son igualmente engordantes a igualdad de calorías ni que engordar sea un problema de superávit calórico.
  • No existe un problema de adicción a la comida: basta con mirar la lista de productos involucrados en esos comportamientos para ver que la adicción siempre es a la no-comida, a productos procesados que no pertenecen a nuestra dieta como humanos.

¡He comido un trozo de brócoli y ya no puedo parar de comer brócoli!

Poco importa que los «científicos» quieran o no quieran catalogar la adicción a la no-comida como una adicción. Poco importa que esos comportamientos encajen en una definición concreta establecida por unos señores muy listos: son comportamientos que tienen asociado mucho sufrimiento y problemas de salud. Y la solución es obvia: sacar esos productos de nuestra dieta, es decir volver a alimentarnos con los alimentos que existen tal cual en la naturaleza, que es la «comida de humanos«: agua, huevos, pescado, carne, vegetales frescos, frutos secos, etc.

Las dificultades para cambiar

Veo dos tipos de obstáculos a la hora de decidir cambiar a una alimentación libre de productos procesados. Por un lado habrá razones endógenas: podemos creer que nuestros gustos actuales nos definen. Quizá creemos, por decir algo, que ese café, cruasán y zumo de naranja que tomamos por la mañana son parte de quienes somos. Y cambiar eso es traicionarnos, de alguna manera, y poner en duda nuestra identidad. Por otro lado están los factores exógenos: es posible que encontremos muy poca ayuda —por no decir zancadillas descaradas— desde fuera para el cambio: nuestros familiares y amigos nos van a ofrecer los productos que no queremos consumir fingiendo amabilidad y van a responder con gestos de desaprobación ante nuestra negativa a consumirlos. Si lo piensas bien es normal que no entiendan nuestra decisión, pues l@s nutricionistas se han encargado de establecer ese paradigma en el que salirse de las pautas que ell@s marcan no sólo es innecesario, ¡es peligroso!

  • El azúcar sólo es dañino consumido en exceso
  • Las dietas que prohíben grupos enteros de alimentos son dietas desbalanceadas
  • Que hoy comas el postre azucarado es menos importante que la dieta que sigues todo el año
  • No existen alimentos engordantes: «un alimento no tiene la capacidad por sí mismo de hacer que una persona engorde. La causa de ganar peso se encuentra en el cómputo global de las calorías [de la] dieta«
  • La alimentación debe ser disfrutar
  • Es insostenible a largo plazo no consumir los productos que nos gustan y al abandonar la dieta restrictiva se recupera el peso. Es mejor consumir esos productos de forma regular con moderación para así evitar caer en atracones cuando inevitablemente cedemos a las tentaciones
  • Los cereales integrales tienen un efecto protector en la salud
  • Cualquier dieta que funcione funcionará porque te hace comer menos

A más de uno le sonará razonable porque es lo que nos han estado contando durante décadas: han convertido su charlatanería en el «sentido común» que nos sirve para justificar no cambiar nada. Yo el primero: aunque el médico de digestivo que hace 5 años me dijo que adelgazara no tenía ni idea de nutrición ni de obesidad, mi reacción ante la idea de comer sólo «comida» fue pensar que era innecesario y que eso no iba conmigo. Seguir comiendo igual pero menos era una opción menos traumática y no vi razones para cambiar nada: todo era cuestión de contar las calorías y encajar las cosas que quería comer en el cómputo diario. A posteriori, pasados estos años, es incomprensible que no me diera cuenta de que mi incapacidad para controlar mi peso corporal hacía evidente que ese paradigma no me funcionaba. ¡Quería seguir haciendo lo mismo!

En mí la moderación no es una opción

No digo que mi cuerpo no pueda gestionar saltarse la dieta de vez en cuando, pues sinceramente no lo he puesto a prueba, estoy hablando del aspecto psicológico: mi problema de peso se ha resuelto por completo y no me siento dominado por la comida. Como cuando tengo hambre, ayuno cuando me apetece hacerlo y hago deporte —casi siempre— por divertirme. El HIIT no me divierte pero lo hago viendo la tele. Lo que quiero decir es que intentar consumir no-comida con «moderación», al margen de que me engordara o no, introduciría tensión en mi relación con la comida y no veo necesidad de hacerlo.

Este blog nació a causa de mi experiencia adelgazando, pero también es el reflejo de las cosas que he ido leyendo y aprendiendo. Cuento mis ideas pero no pretendo decirle a nadie lo que tiene que hacer con su alimentación. Lo que sí aconsejo es leer. Si alguien de forma informada quiere practicar la moderación con los productos procesados, nada voy a opinar al respecto: su vida, sus decisiones.

Se acerca la Navidad

Llevamos toda la vida asociando azúcar y harina con celebración: turrones, polvorones, roscón, etc. Como decía antes, el problema es que toda una vida de hacer algo —nótese que de forma irreflexiva— nos puede hacer creer que ese algo nos define. Pero no tenemos obligación de hacer las cosas siempre igual. Se puede rectificar. Se puede celebrar sin recurrir al azúcar: carne de mejor calidad, fruta que no sueles consumir, marisco, ensaladas más elaboradas, etc. Yo sólo digo que se puede. Hacerlo o no es decisión de cada uno.

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